Nadie está en el cielo
Más cerca de la
Divinidad simplicísima que tú,
Que tienes asiento
sobre la cumbre de los querubines
Y sobre todos los
ejércitos de los serafines,
Y por esto no es
posible que tu intercesión sufra repulsa,
Ni que sean
desatendidos tus ruegos.
No nos falte tu
auxilio
Mientras vivamos en
este mundo perecedero;
Alárganos tu mano,
Para que,
Obrando las obras de
salud
Y huyendo de los
caminos del mal,
Demos seguro el paso
de la eternidad.
Por ti esperamos que,
Al cerrar a este
destierro los ojos de la carne,
Se abrirán los del
alma
Para anegarse en
aquel piélago
De soberana
hermosura,
De suavísimos
deleites,
Por el cual,
ansiosamente,
Suspiran las almas
regeneradas
Y que nos anunció y
mereció Cristo Señor nuestro
Haciéndonos ricos y
salvos.
A El por ti, Señora,
Rendimos gloria y
alabanza,
Con el Padre y el
Espíritu Santo,
Ahora y siempre por
los siglos de los siglos.
Amén.
San Juan Damasceno (675-749). Doctor de la Iglesia.
Hacer la petición y rezar confiadamente y con mucha fe,
Tres Salves y tres Avemarías a la Santísima Virgen María.
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